domingo, 11 de diciembre de 2016

CASTEX 3345, EL VIEJO CANAL 9 LIBERTAD...

En una entrevista, a sus ochenta años, el legendario cómico argentino Tristán dice que debutó en el viejo canal 9, y agrega: "Castex 3344".
¿Puede un simple televidente que era muy niño en aquella época hacerle una corrección?
El canal 9 de Alejandro Romay estaba ubicado en Castex 3345, en Palermo, cuando no existían Palermo Hollywood ni Palermo Soho ni todos los sub-Palermos que fueron apareciendo.
El colectivo 95, que pasaba a media cuadra de nuestra casa, nos dejaba cerca, y al principio mi mamá me llevaba. No sé si a ella le fascinaba tanto como a mí, y no puedo recordar cuál fue el primer programa que vimos en vivo. Tal vez haya sido el inigualable Capitán Piluso, en la piel de Alberto Olmedo, con su inseparable Coquito, Humberto Ortiz.
Muchas veces había que esperar. Era necesario llegar temprano, muy temprano, porque se esperaba en la vereda hasta que habilitaban los portones de entrada y un portero de no muy buen humor apellidado Biondi nos indicaba en qué estudio se grabaría o se emitiría en vivo el programa
Un domingo a la mañana, después de haber estudiado cuidadosamente las láminas centrales de Billiken que hablaban del faraón Necao y otras cuestiones de la historia, me presenté en "El saber de los niños", que conducía Ernesto Lerchundi. Tenía rota mi clavícula derecha, pero la tele era más fuerte. Ese domingo gané el certamen y nos fuimos a casa en taxi con un montón de regalos: el LP de Pinocho, un disco simple del Topo Gigio, unos flanes Ravana, un Boly-Bote (una esfera inflable gigante, con orejas, con la que uno saltaba y saltaba hasta que se pinchaba y había que emparcharla), una "diapoteca" y un montón de regalos que jamás había tenido todos juntos. Como el espacio, auspiciado por la marca Scotch, era grabado, pude verlo en mi casa una semana después. La sensación, para un niño de aquella época, es indescriptible.
Domingos de mi ciudad, la emoción mayor de Buenos Aires, decía Orlando Marconi, el dueño del rating cuando sólo había cuatro canales. Domingos de mi ciudad, luego Feliz Domingo y Domingos Estudiantiles, comenzó en 1969, y se emitía desde las once de la mañana hasta que alguien se ganaba el auto en la gran final. Allí estuvimos muchas veces, en ese estudio mayor ubicado en la planta baja, y alguna vez participamos, mis padres y yo, en el ABC FAMILIAR.
Esperando el momento de la "prenda", vi cantar a un domingo a dos chicos que disfrutaron el éxito a muy temprana edad: Guillermito Fernández y María José.
En uno de esos programas, el canal decidió que todo el que participara se llevaba un premio, desde una percha hasta un disco long play. Gané el disco, que luego había que elegir en el comercio de Héctor Peres Pícaro, en la calle Pueyrredón.
Otra vez, en otro juego, gané un turbo-ventilador SanSur, que prestó buenos servicios durante los tórridos veranos porteños en nuestra casa durante treinta años.
Con mi gran amigo Luis María Chávez fuimos a participar, también en Feliz Domingo, en el Pentatlón. Tiramos dardos, llevamos un huevo en una cuchara, corrimos carrera de embolsados y otras pruebas, que nos permitieron ir al "repechaje", bajo la mirada atenta del escribano Pratto Murphy, César Tiempo y el profesor Candeal. No llegamos al famoso "selector de premios", y tampoco a la final, pero fuimos parte de esa historia.
A comienzos de los setenta hubo un ciclo de cine argentino, que presentaba Silvio Soldán de lunes a viernes. Había que recordar quién dijo determinaba frase cada día de la semana para poder concurrir el domingo y participar. La frase señalada para el martes era: "Claro, como no lo iba a saber. A Alfredo se lo diría al mismo tiempo que a mí", y fue pronunciada por Amalia Sánchez Ariño en una película cuyo nombre se me ha borrado. El domingo llegué temprano al canal y estuve entre los participantes que recordaban la frase y la actriz.
Era apasionante caminar por ese patio ancho en el que se encontraban los grandes galpones, y los decorados con olor a madera terciada o a recién pintados. Era mágico ingresar a un estudio donde se filmaba "Malevo", la novela de Rodolfo Bebán y Gabriela Gili, o estar en la tribuna de "Gánele a Calígula", donde Eber Luis Decibe, integrante del trío Calígula, Mengueche y Belinda nos divertía inocentemente, como solía suceder en aquella televisión.
Recuerdo las placas con los nombres de los camarógrafos: Merodio (padre de un compañero de escuela), Buranits-Onofrio-Nalli, José Manuel Durán. Y maquilladores como Raúl Machargo, y el ballet de Beatriz Ferrari.
Fue en Castex 3345 donde vi cantar a Alberto Castillo, en Sábados de la bondad, conducido por Leonardo Simmons. En su primera etapa, la más extensa, ese programa solidario tuvo como conductor a Héctor Coire. Todos los sábados, al comienzo, aparecía un cartel, que leía Coire, y me quedó grabado: "Pasaré por este mundo una sola vez. Si hay una buena palabra que yo pueda decir, si hay una buena acción que yo pueda hacer, diga yo esa palabra, haga yo esa acción ahora, porque no pasaré nunca más por aquí".
Años después se cerró ese ingreso, y también el de la avenida Figueroa Alcorta, que era más lujoso, vidriado y quedó inmortalizado en un disco del programa "Música en Libertad". 




Canal 9 pasó a estar a la vuelta, en el pasaje Gelly 3378. Pero las mejores historias, la magia más fabulosa de haber visto en colores lo que todos miraban en blanco y negro, es parte de mis recuerdos y sucedió en Castex 3345.