En una entrevista, a sus ochenta años, el legendario cómico argentino Tristán dice que debutó en el viejo canal 9, y agrega: "Castex 3344".
¿Puede un simple televidente que era muy niño en aquella época hacerle una corrección?
El canal 9 de Alejandro Romay estaba ubicado en Castex 3345, en Palermo, cuando no existían Palermo Hollywood ni Palermo Soho ni todos los sub-Palermos que fueron apareciendo.
El colectivo 95, que pasaba a media cuadra de nuestra casa, nos dejaba cerca, y al principio mi mamá me llevaba. No sé si a ella le fascinaba tanto como a mí, y no puedo recordar cuál fue el primer programa que vimos en vivo. Tal vez haya sido el inigualable Capitán Piluso, en la piel de Alberto Olmedo, con su inseparable Coquito, Humberto Ortiz.
Muchas veces había que esperar. Era necesario llegar temprano, muy temprano, porque se esperaba en la vereda hasta que habilitaban los portones de entrada y un portero de no muy buen humor apellidado Biondi nos indicaba en qué estudio se grabaría o se emitiría en vivo el programa
Un domingo a la mañana, después de haber estudiado cuidadosamente las láminas centrales de Billiken que hablaban del faraón Necao y otras cuestiones de la historia, me presenté en "El saber de los niños", que conducía Ernesto Lerchundi. Tenía rota mi clavícula derecha, pero la tele era más fuerte. Ese domingo gané el certamen y nos fuimos a casa en taxi con un montón de regalos: el LP de Pinocho, un disco simple del Topo Gigio, unos flanes Ravana, un Boly-Bote (una esfera inflable gigante, con orejas, con la que uno saltaba y saltaba hasta que se pinchaba y había que emparcharla), una "diapoteca" y un montón de regalos que jamás había tenido todos juntos. Como el espacio, auspiciado por la marca Scotch, era grabado, pude verlo en mi casa una semana después. La sensación, para un niño de aquella época, es indescriptible.
Domingos de mi ciudad, la emoción mayor de Buenos Aires, decía Orlando Marconi, el dueño del rating cuando sólo había cuatro canales. Domingos de mi ciudad, luego Feliz Domingo y Domingos Estudiantiles, comenzó en 1969, y se emitía desde las once de la mañana hasta que alguien se ganaba el auto en la gran final. Allí estuvimos muchas veces, en ese estudio mayor ubicado en la planta baja, y alguna vez participamos, mis padres y yo, en el ABC FAMILIAR.
Esperando el momento de la "prenda", vi cantar a un domingo a dos chicos que disfrutaron el éxito a muy temprana edad: Guillermito Fernández y María José.
En uno de esos programas, el canal decidió que todo el que participara se llevaba un premio, desde una percha hasta un disco long play. Gané el disco, que luego había que elegir en el comercio de Héctor Peres Pícaro, en la calle Pueyrredón.
Otra vez, en otro juego, gané un turbo-ventilador SanSur, que prestó buenos servicios durante los tórridos veranos porteños en nuestra casa durante treinta años.
Con mi gran amigo Luis María Chávez fuimos a participar, también en Feliz Domingo, en el Pentatlón. Tiramos dardos, llevamos un huevo en una cuchara, corrimos carrera de embolsados y otras pruebas, que nos permitieron ir al "repechaje", bajo la mirada atenta del escribano Pratto Murphy, César Tiempo y el profesor Candeal. No llegamos al famoso "selector de premios", y tampoco a la final, pero fuimos parte de esa historia.
A comienzos de los setenta hubo un ciclo de cine argentino, que presentaba Silvio Soldán de lunes a viernes. Había que recordar quién dijo determinaba frase cada día de la semana para poder concurrir el domingo y participar. La frase señalada para el martes era: "Claro, como no lo iba a saber. A Alfredo se lo diría al mismo tiempo que a mí", y fue pronunciada por Amalia Sánchez Ariño en una película cuyo nombre se me ha borrado. El domingo llegué temprano al canal y estuve entre los participantes que recordaban la frase y la actriz.
Era apasionante caminar por ese patio ancho en el que se encontraban los grandes galpones, y los decorados con olor a madera terciada o a recién pintados. Era mágico ingresar a un estudio donde se filmaba "Malevo", la novela de Rodolfo Bebán y Gabriela Gili, o estar en la tribuna de "Gánele a Calígula", donde Eber Luis Decibe, integrante del trío Calígula, Mengueche y Belinda nos divertía inocentemente, como solía suceder en aquella televisión.
Recuerdo las placas con los nombres de los camarógrafos: Merodio (padre de un compañero de escuela), Buranits-Onofrio-Nalli, José Manuel Durán. Y maquilladores como Raúl Machargo, y el ballet de Beatriz Ferrari.
Fue en Castex 3345 donde vi cantar a Alberto Castillo, en Sábados de la bondad, conducido por Leonardo Simmons. En su primera etapa, la más extensa, ese programa solidario tuvo como conductor a Héctor Coire. Todos los sábados, al comienzo, aparecía un cartel, que leía Coire, y me quedó grabado: "Pasaré por este mundo una sola vez. Si hay una buena palabra que yo pueda decir, si hay una buena acción que yo pueda hacer, diga yo esa palabra, haga yo esa acción ahora, porque no pasaré nunca más por aquí".
Años después se cerró ese ingreso, y también el de la avenida Figueroa Alcorta, que era más lujoso, vidriado y quedó inmortalizado en un disco del programa "Música en Libertad".
Canal 9 pasó a estar a la vuelta, en el pasaje Gelly 3378. Pero las mejores historias, la magia más fabulosa de haber visto en colores lo que todos miraban en blanco y negro, es parte de mis recuerdos y sucedió en Castex 3345.
domingo, 11 de diciembre de 2016
jueves, 6 de octubre de 2016
MINGUITO, UN FENOMENO UNICO Y UN REGRESO EXITOSO
El personaje fue creado y guionado por Roberto Peregrino Salcedo y encontró un intérprete exacto, que nunca más volvió a ser otro personaje: Juan Carlos Altavista. Fue compañero de ruta de Roberto González Rivero en "La danza de la fortuna", y juntos grabaron una serie de delirantes libretos cinematográficos en un cassette de tapa azul que editó CBS. Años antes, Altavista había cantado "Mi vieja y Perón un solo corazón", en la primavera democrática que llegó con la despedida de la "Revolución Argentina" y el regreso del General, en 1973.
Minguito fue uno de los grandes de la legendaria Polémica en el bar, producida y conducida por Gerardo Sofovich. Pero Altavista se fue, y Sofovich también.
No hubo reemplazos para él, ni para Porcel, Javier Portales, Fidel Pintos, Vicente Larrusa y los otros gigantes que hicieron reír y pensar a los argentinos durante años en la pantalla chica.
Hubo otras "polémicas", con periodistas, actores y personajes variopintos de la vida argentina. Pero la receta parecía estar agotada...
El año 2016 trajo a los televidentes, en la pantalla de Telefé (ex Teleonce), un nuevo ciclo, conducido esta vez por el locutor Mariano Iúdica. Tristán, en el lugar del mozo del bar, demostró la vigencia y el oficio de quienes llevan tantos años en la profesión, y fue como un vínculo con el brillante pasado de la t.v. argentina, reemplazado hace tiempo por interminables paneles donde se grita, se discute y se mezcla lo privado con lo público, la Biblia, el calefón y la cooperativa.
La gran sorpresa estuvo en la reaparición del mítico Minguito Tinguitella, esta vez en la caracterización externa e interna del actor Miguel Angel Rodríguez, quien fue yerno de Altavista y su gran admirador. Este nuevo Minguito 2016 podría haber sufrido el rechazo del público antiguo y la indiferencia de los que nacieron posteriormente y nunca lo habían visto. Tratando de desentrañar el misterio de este porteño enamorado de su vieja y eterno conductor de la Santa Milonguita, enamoradizo, tanguero y un poco más atrevido que el anterior, podemos concluir que Rodríguez no hace una imitación, no hace una caricatura, porque eso no perduraría más que dos o tres domingos. Minguito es el mismo, es un regreso con gloria, es una voz, unas pantuflas, una presencia, una picardía de barrio y una reflexión no exenta de golpes bajos sobre algún tema de la actualidad. Un regreso inteligente a la sensibilidad que la pantalla argentina necesitaba.
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domingo, 18 de septiembre de 2016
¿EXISTIO REALMENTE LA CHICA DE LA BOUTIQUE?
El veintitrés de diciembre del año 2009 se me ocurrió llamar a Heleno para desearle feliz cumpleaños y charlar un poco sobre su extensa carrera desde los no tan lejanos años setenta. Encontré a un tipo sereno, culto y cordial, que muchos conocimos a través de aquel "Alta Tensión" que conducían Fernando Bravo y Víctor Sueiro por radio Continental, en aquellas irrecuperables tardes de mis solitarios sábados adolescentes.
"La rodilla que canta", bautizaron a Miguel Angel Espinoza por su brillante calva que se contradecía con el pelo largo rebelde de la mayoría de los músicos de esos tiempos. Dicen los que saben que ha sido uno de los cantantes de mejor afinación entre los de su generación.
Grabó temas que fueron éxito como "No son palabritas", "Joven y bonita", "Por fin llegaste Navidad" y muchos más, pero sin duda el mayor, el que todos conocen es "La chica de la boutique", el que siempre pidieron Rocío y Cecilia en nuestros programas de radio. Heleno me contó en esa charla que la chica realmente existió, que fue una en especial entre tantas chicas que atendían las boutiques de la avenida Santa Fe, en Buenos Aires. Y que parecía estar posando para una película, y él le dijo algunas cosas bonitas, y siguió caminando. Y ella nunca supo, al menos en forma directa, que la canción era para ella. Fin. Una historia que pudo ser y no fue, y gracias a la simpatía de esa vendedora, una canción que seguirá sonando siempre, mientras haya un poco de música en blanco y negro en nuestras emisoras.
del libro RECUERDOS DEL PRESENTE
Consultas: deseadorevista@gmail.com
"La rodilla que canta", bautizaron a Miguel Angel Espinoza por su brillante calva que se contradecía con el pelo largo rebelde de la mayoría de los músicos de esos tiempos. Dicen los que saben que ha sido uno de los cantantes de mejor afinación entre los de su generación.
Grabó temas que fueron éxito como "No son palabritas", "Joven y bonita", "Por fin llegaste Navidad" y muchos más, pero sin duda el mayor, el que todos conocen es "La chica de la boutique", el que siempre pidieron Rocío y Cecilia en nuestros programas de radio. Heleno me contó en esa charla que la chica realmente existió, que fue una en especial entre tantas chicas que atendían las boutiques de la avenida Santa Fe, en Buenos Aires. Y que parecía estar posando para una película, y él le dijo algunas cosas bonitas, y siguió caminando. Y ella nunca supo, al menos en forma directa, que la canción era para ella. Fin. Una historia que pudo ser y no fue, y gracias a la simpatía de esa vendedora, una canción que seguirá sonando siempre, mientras haya un poco de música en blanco y negro en nuestras emisoras.
del libro RECUERDOS DEL PRESENTE
Consultas: deseadorevista@gmail.com

sábado, 20 de agosto de 2016
Mónica Posse y Fernando Bravo, TIP TOP
Nadie recuerda a TIP TOP, un programa de canal 13 que dio nombre a varios exitosos long play editados por el sello RCA. Esos compilados, algunos de los cuales pasaron a la historia por la variedad de colores en el vinilo, reunían la música más escuchada del momento.
¿Algún panelista menciona a los dos jóvenes conductores, cuyo éxito se ha prolongado a lo largo de estos más de cuarenta años?
La bella Mónica Posse y el siempre correcto Fernando Bravo asomaban a la pantalla, en blanco y negro, por supuesto, ¿acaso los martes? pero, a diferencia de Alta Tensión, que estaba los sábados a la tarde, y Música en Libertad, que iba por el 9 a las 18, TIP TOP se emitía a la noche.
Esta tapa del LP es, evidentemente, de 1973, con el anhelado y ruidoso regreso a la democracia luego de la dictadura de Onganía-Levingston-Lanusse.
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martes, 2 de agosto de 2016
SABADOS DE LA BONDAD, OTRA TELEVISION
Era otra televisión. No se exhibían a las tres de la tarde las fotos hot de la modelito de turno ni se insultaba al que pensaba diferente en paneles de especialistas en nada. Los programas no parasitaban a otros programas y cada uno tenía un argumento propio.
En el viejo canal 9 de Castex 3345 Alejandro Romay armó un programa que duraba varias horas y en el que se jugaba, de verdad, para beneficiar a una institución pública. Hospitales, cooperadoras, el "hogar de la empleada", etc., competían durante toda la tarde en "Sábados de la bondad", entre presentaciones de artistas y shows varios, para ganar el premio final. Héctor Coire, un gran animador de los años sesenta, le ponía garra y corazón con su voz grave, y si no me equivoco, también había algunos premios para los teleespectadores.
Lo vi en forma discontinuada porque las tardes sabatinas, si había sol, eran de ir a Plaza Once con mi papá y el triciclo, mi deporte favorito.
Al comienzo, Héctor Coire leía en una cartelera esta frase:
En el viejo canal 9 de Castex 3345 Alejandro Romay armó un programa que duraba varias horas y en el que se jugaba, de verdad, para beneficiar a una institución pública. Hospitales, cooperadoras, el "hogar de la empleada", etc., competían durante toda la tarde en "Sábados de la bondad", entre presentaciones de artistas y shows varios, para ganar el premio final. Héctor Coire, un gran animador de los años sesenta, le ponía garra y corazón con su voz grave, y si no me equivoco, también había algunos premios para los teleespectadores.
Lo vi en forma discontinuada porque las tardes sabatinas, si había sol, eran de ir a Plaza Once con mi papá y el triciclo, mi deporte favorito.
Al comienzo, Héctor Coire leía en una cartelera esta frase:
PASARE POR ESTE MUNDO UNA SOLA VEZ.
SI HAY UNA BUENA PALABRA QUE YO PUEDA DECIR
SI HAY UNA BUENA ACCION QUE YO PUEDA HACER
DIGA YO ESA PALABRA
HAGA YO ESA ACCION, AHORA
PORQUE NO PASARE NUNCA MAS POR AQUI
William Morris
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